miércoles, 23 de enero de 2008

Adiós


Adiós, amor mío, adiós,
me lo dijeron tus ojos cuando me miraban ya sin ardor,
cuando tus manos heladas no rozan mi piel por temor,
cuando salieron de tus labios las palabras que destruirían mi amor.
Adiós, amor mío, adiós,
se rompieron mis codicias para tan bello sentimiento,
se perdieron los rubores de mis mejillas por un lamento,
se escondieron mis palabras para siempre dentro de un oscuro testamento.
Adiós, amor mío, adiós,
se acabaron ya las penas, los recuerdos, el llanto,
se ocultaron de la luna las caricias, los besos y ese dulce encantamiento,
se marcharon de mi vida todos tus deseos, que solo eran envenenamiento.
Adiós, amor mío, adiós,
te lo digo hoy sin miedo, sin temor y sin pudor,
que mi orgullo magullado suelta este desdén vanagloriado para un amor,
que sin dudas ni reparo, un día me dijo adiós, amor mío, adiós.

1 comentario:

  1. Nunca digas adiós, aunque en tu caso, quizás sea la palabra que más pueda ayudarte.
    Tus palabras siguen cargadas de melancolía, de tristeza y de pesar. Hasta cierto punto es normal, porque continúas caminando por el sendero de las lágrimas.
    Pero yo te aconsejaría que cambiaras el registro y que trataras con tu prosa también, de ir pasando página.
    Busca la esperanza que llevas dentro y que no has perdido. Una esperanza en un mañana mejor, más próspero y dichoso.
    Escríbele a eso, con alegría y mano firme, porque el viento vuelve a hinchar las velas de tu barco y esta vez sí, estoy convencido de que te llevará a buen puerto.
    Yo jamás te diré adiós Mónica y sí un dulce hasta siempre.
    ¡Qué te vaya bonito!

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